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En los estantes de una antigua alacena, más de una veintena de frascos de cristal, identificados entre sí, reposaban ordenados y etiquetados cuidadosamente con una pulcrísima caligrafía.
Hay personas que coleccionan sellos, gatos de porcelana, sueños, búhos de ojos asustados, encendedores... Amanda coleccionaba besos.
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Este tipo de besos cuando se entrega, abre caminos y deja sabor a nuestros presagios. Es pretencioso, desvela parte de lo que guarda y de lo que vendrá después. Se cocina con un aliño de seducción y miradas especiadas, se hornea lentamente, con algo de levadura y una caída de párpados, por eso da rodeos antes de llegar al lugar de destino. La boca que lo recibe suele morderse los labios y regocijarse en las señales favorables para unas horas festivas. No baila, se balancea.
Puede darse en cualquier ambiente, pero le gusta aparecer en las cafererías con luz de penumbra y en las cenas para dos que se andan buscando. Se acompaña de una melodía suave tocada por un piano. No besa, le basta con rozar los labios.
Posología: Una dosis para comenzar a comenzar.
Efectos secundarios: Impaciencia, calentura y cierto despiste en la conversación que se establece hasta el próximo beso.
"Catálogo de besos" es el primer álbum ilustrado para adultos que escribe e ilustra Raquel Díaz Reguera y publica Thule.